El término diversidad funcional, tiene una historia reciente que podemos situar en el 2005. Su uso se inicia desde el Foro de Vida Independiente y Divertad en España. Para Palacios y Romañach, este término favorece históricamente un cambio hacia una visión no negativa de las diferencias que existen a nivel intelectual.
Este concepto va incluso más alla, obviando la estrategia social del «desviacionismo», para plantear que la diversidad es inherente al ser humano (Palacios y Romañach, 2006, p. 111). El término busca sustituir al de «personas con discapacidad», por «personas con diversidad funcional». Una de las ideas inherentes a esta propuesta, es que lo que une al colectivo no es su diversidad interna, sino la discriminación social que sufren en nombre de esta diversidad.

Por otro lado, se especifica que las soluciones para eliminar esta discriminación, tienen que ajustarse a la diversidad específica de los grupos de personas que la poseen. Podemos mencionar dentro de la diversidad funcional, distintos tipos: física, visual, auditiva, mental, intelectual, orgánica, circunstancial, y transitoria.
Los tres elementos que definen como diferentes a estas personas, de acuerdo a Palacios y Romañach, son:
- Cuerpos que tienen órganos, partes del cuerpo o la mente, o su totalidad, que funcionan de otro modo porque son diferentes.
- Mujeres y hombres que, debido a la diferencia de funcionamiento de su cuerpo o mente, realizan tareas habituales (desplazarse, leer, vestirse, ir al baño, comunicarse, etc.) de manera diferente.
- Colectivo discriminado por cualquiera de las dos razones anteriores (Palacios y Romañach, 2006, p. 115).
Si nos fijamos en estos tres elementos, veremos cierto paralelismo con las definiciones de 1980 de la OMS. Sin embargo, cuentan con una connotación no negativa y descentrada del individuo.

Variantes de la Diversidad Funcional
El uso del término «diversidad funcional», incluye diferentes variantes. En ocasiones, la amplitud del término puede llevar a cierta confusión. Por esta razón, se aconseja acotar los tres conceptos que alcanza: partes del cuerpo que funcionan de otro modo, personas que funcionan de otro modo, y discriminación por estas diferencias.
«Para los tipos de ajustamiento que puedan ser necesarios, se proponen los términos ‘diferencia orgánica’ y ‘diferencia funcional’, equivalentes a los antiguos ‘deficiencia’ y ‘discapacidad’ de la clasificación de la OMS de 1980, típicos del modelo rehabilitador, o nuevamente ‘diferencia funcional’ cuando se hable de la ‘deficiencia’ tal como la concibe el modelo social» (Palacios y Romañach, 2006, p. 116).
El concepto de «diversidad funcional», obvia la discriminación porque lo entiende de manera implícita. Si embargo, se recomienda hacerla explícita ante determinados auditorios con la expresión «personas discriminadas por su diversidad funcional».
Según Rodríguez y Ferreira, la diversidad funcional es una propuesta de contenido ideológico: «El concepto pretende ser la síntesis de un conjunto de ideas sistemáticamente organizado para la comprensión de una realidad social comúnmente denominada ‘discapacidad’ y lo hace con clara pretensión emancipadora (Rodrígues y Ferreira, 2008, p. 1). Esta propuesta busca «ir hasta la raíz de la cuestión, de forma que va más allá del ámbito específico de la discapacidad, centrándose en el tipo de sociedades que producen exclusión» (Rodríguez y Ferreira, 2008, p. 15).

Self advocacy groups
El movimiento Self-advocacy, se inció en Suecia en 1960. Presenta una relación estrecha con el movimiento de autodeterminación. Plantea la importancia de que las personas con discapacidad intelectual (self-advocates) hablen de ellas mismas sin ser representadas, y sobre sus derechos y responsabilidades.
Presenta la misma lógica y fundamento que el modelo social de discapacidad. Sin embargo, éste ha obviado la realidad del colectivo de personas con discapacidad intelectual, planteando en escasas ocasiones la dificultad de conciliar sus principios con la discapacidad intelectual. Es decir, el modelo biomédico rehabilitador sigue aplicándose a este colectivo sin o con muy pocas resistencias.
El recorrido del movimiento social, ha ido en la línea de construir un sentido de identidad colectivo, totalmente ausente en la discapacidad intelectual. Al parecer, el modelo social no ha podido superar la división entre personas con discapacidad física y sensorial, y personas con discapacidad intelectual. Esta separación ha alimentado diferentes formas de investigación, al igual que distintas formas de militar del mismo colectivo con discapacidad. Los self-advocacy groups, son una de estas, aunque con algunos matices.
Los debates académicos alrededor del papel del modelo social continúan, a la vez que las personas con discapacidad intelectual encuentran cada vez más su voz y lugar, en el movimiento internacional Self-advocacy. Esta corriente tiende a enfatizar sobre el estigma y la etiqueta negativa asociada al colectivo (orientado a la normalización), más que a las consideraciones discapacitantes de la estructura social y económica, como lo hacen los defensores del modelo social.
Fuente: Asun Pié Balaguer et al. 2014. Diversidad(es), Discapacidad, Altas Capacidades Intelectuales y Trastornos del Espectro Autista. Editorial UOC