El concepto de Trastornos del Espectro Autista (TEA), se encuentra incluido dentro de los trastornos generalizados del desarrollo (TGD). Permite entender las posibilidades y necesidades de la persona, teniendo en cuenta las dificultades que el trastorno les genera.
Los trastornos del espectro autista, son perturbaciones mentales, surgidas a lo largo de la primera infancia. Éstos afectan a menudo de manera global a la persona, en cuanto a: comunicación, interacción, e incluso a veces funciones psicomotoras y maduración somática.

Un primer acercamiento
Algunas de las personas con este tipo de trastornos, pueden nacer con cierta vulnerabilidad. Esto predetermina cuadros mixtos, orgánicos y mentales, alteraciones genéticas, morfológicas, problemas en la maduración, sufrimiento fetal, etc.
En el proceso de construcción del sujeto, durante la primera infancia, hay acontecimientos alrededor del niño en los que se generan angustias, malestares y perturbaciones importantes. Estas personas se forman de esta manera durante el primer tiempo del desarrollo infantil. Los especialistas, lo sitúan entre los 6 y los 36 meses de vida. Este periodo, esta delimitado por el aprendizaje y el uso significativo de la lengua materna.
El diagnóstico a tiempo, se logra con la identificación de un conjunto de signos precoces, que alertan de una evolución particular. Las personas con TEA, muestran una diversidad de cursos clínicos, que oscilan desde situaciones extremadamente dependientes y deficitaria, hasta la estabilización de su situación. De todas formas, el problema acostumbra a ser importante, e incide en el conjunto de aspectos que configuran la vida de la persona. La manera de entenderlos, tratarlos, cuidarlos y acompañarlos, es un elemento clave.
Con una atención adecuada durante la primera infancia, y en la etapa escolar, su vida adulta se vuelve más satisfactoria. Si bien gran parte de los casos requiere de ayuda permanente, y tiene capacidad de autonomía limitada, hay adultos con TEA que logran vivir y desenvolverse con cierto bienestar.
La intervención psicoeducativa a niños con TEA, requiere de varias vertientes de actuación, globales e interrelacionadas. La complejidad de la realidad de estas personas, hace necesaria la adecuación de recursos interdisciplinarios. Esto se aplica a las áreas educativa, social y/o sanitaria. Se debe entender su situación, para poder intervenir y facilitar las condiciones adecuadas. Los profesionales que intervengan, deben buscar el máximo nivel de integración personal y social posible.
Diagnóstico y clasificaciones
El diagnóstico es clínico, basado en las conductas observables y en las características de estas conductas. Esto incluye tipo de relaciones con las personas, con los objetos y con su entorno en general.
Las tres clasificaciones internacionales, sobre el autismo y la psiscosis infantil, principales referentes a la hora de plantear el diagnóstico y la identificación de las características de estos trastornos, son:
- Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association), DSM-V.
- Clasificación Internacional de los Síndromes y de los Trastornos Psíquicos y de Comportamiento de la OMS (CIE-10).
- La Classification Française del Troubles Mentaux de l’Enfant et de l’Adolescent (CFTMEA R-2012).
El proceso de valoración requiere especialización y experticia. Debe abarcar: recogida de información a través de entrevistas con los padres y el hijo/a, exploración psicopatológica del niño (observación, juego, dibujo, etc.), información obtenida de otras instituciones implicadas (educativas, sociales, etc.), y a partir de las exploraciones complementarias que se precisen.

Tríada de Wing
Para comprender el concepto del espectro autista, nos tenemos que remitir a Lorna Wing. Junto con Stephen Gould (1979, op. cit.), utilizó el término de espectro autista (TEA), planteando lo que se conoce como «tríada de Wing». Luego, en 1988, expuso que las personas situadas en el continuo autista presentan: trastorno de reciprocidad social, trastorno de comunicación verbal y no verbal, y ausencia de capacidad simbólica y conducta imaginativa. Más adelante, añadió los patrones repetitivos de actividad e intereses.
De esta forma, el concepto TEA es utilizado para la noción dimensional de un «continuo» (no una categoría diagnóstica), en el cual se alteran cualitativamente un conjunto de capacidades. Cuando se habla de autismo y otros trastornos profundos del desarrollo, se utilizan términos comunes para referirse a personas muy diferentes.
En 1992, Ángel Rivière desarrolló una herramienta, IDEA (Inventario del Espectro Autista), a partir de las dimensiones alteradas en el continuo autista que había sido descrito por Wing. Describió 12 dimensiones del desarrollo, con 4 niveles de afectación cada uno, siempre alteradas en los TEA. El nivel 1 es el más severo, con niveles cognitivos más bajos. El nivel 4 caracteriza a personas con un trastorno menos severo, que define muy bien a las personas con Asperger.
A pesar de que los síntomas del autismo y trastornos asociados, pueden estar presentes desde el primer año de vida, en realidad este diagnóstico no se suele concretar hasta dos o tres años después de su aparición. Entre los factores a los que es bueno poner atención, están:
- Trastornos tempranos de alimentación.
- Trastornos del sueño. Insomnio calmado.
- Ausencia de actitud de anticipación al tomar al niño.
- No aparición de los primeros organizadores (SPITZ): sonreír al rostro humano (octava semana), angustia del octavo mes.
- Interés excesivamente exclusivo por los juegos de manos ante los ojos, a partir de los 5-6 meses.
- Desinterés muy precoz por los juegos, como cascabeles, sonajeros, etc.
- Abandono o pérdida de una adquisición desprendida de los primeros ensayos.
Fuente: Pié Balaguer, Asun et al. Diversidad(es), discapacidad, altas capacidades intelectuales y trastorno del espectro autista. 2015. Editorial UOC.